Lo conocí en la pensión de La Chirola, tía de Raquel… quien cobijaba en su gran departamento enfrente de la Cañada… a las chicas que venían a estudiar a Córdoba capital. Por supuesto Raquel, que era de Las Varillas… vivía en la casa de su tía… y yo,. que no conocía a nadie… no sé cómo, fui a parar al mismo lugar… Viajaba desde Río Cuarto una vez por semana… y dormía allí, una noche… Esto durante tres años… y a pesar de estar muy poco tiempo en la ciudad… me hice muy amiga de Raquel… siempre tan cálida, sociable, y dispuesta para el diálogo… Y allí es donde conocí al Negro… su novio… su amor… Era una pareja hermosa… totalmente afín en su ideología…y en su común mirada ante la vida… Raquel, alegre y con la risa pronta… y el Negro… serio, pero con sentido del humor… reposado y pensante… Ambos se complementaban perfectamente… Yo estudiaba en la Escuela de Artes de la Universidad… y como siempre he observado con atención los cuerpo y particularmente los rostros… me fascinaba el del Negro… sobre todo su perfil… sentía que estaba ante un autentico representante de nuestros primitivos pobladores… con esa quietud inmóvil… inalterable … y seria que tienen nuestros indios… y le decía; - “ Negro… sólo te falta la pluma… “ y él se reía.
Siento una profunda tristeza en este momento al recordarlo… porque era un tipo básicamente dulce… algo poco frecuente en los hombres.
Estuve en el casamiento de ambos que se realizó en Las Varillas… se respirada la felicidad que los unía… y la de todos nosotros.
Por cuestiones económicas – después del “Rodrigazo” – tuve que dejar de estudiar en Córdoba… tampoco pude conseguir trabajo allí… así que decidí mudarme a Buenos Aires, donde todavía resido. Lo hice poco después del funesto 24 de Marzo… presagiando inmediatamente que este iba ser un golpe mucho más sangriento que los precedentes… pero jamás tan atroz como fue.
Nunca más volví ver al querido Negro. Cuando Raquel me contó lo sucedido… todos albergábamos todavía la esperanza de su vuelta, sano y salvo. La espera fue en vano y la desesperación grande… como la de tantos argentinos… ante tamaña monstruosidad desplegada.
Creo que lo único que dejamos en esta vida… es lo que damos… y El Negro… nos ha dejado toda su calidez, su afecto sereno y su ejemplo como hombre jugado por sus ideales.
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